domingo, 9 de agosto de 2009

Porqué no estoy a favor de un Refugio municipal

Os voy a decir porque no estoy a favor de un Refugio cedido por un Ayuntamiento. Hay sólo una razón pero esa razón es de por sí tan importante que no hace falta ninguna más. Lo he visto en los Refugios que he visitado. Siempre el mismo cuadro. Siempre la misma palabra. Masificación.Y unida a ella un montón de calificativos: prisión, tristeza, impotencia, desesperanza ... No hay posibilidad alguna de que no suceda esto, ¿sabeis por qué? Porque los ayuntamientos tienen muy claro una cosa: limpiar las calles de perros. No hay otra forma de trabajar con ellos. Cuando se llega a un acuerdo con ellos esa es siempre la condición base. Desde ese mismo momento hemos hipotecado nuestras convicciones, nuestra moral, nuestras ideas. Y los Refugios ya no son Refugios se convierten en zoos, y muchas veces en algo peor. Y poco a poco ya no hay alternativas y el sacrificio se ve como la única salida válida para arreglar de algún modo aquella situación.

Yo no voy a hacerle el trabajo sucio a los putos ayuntamientos. A lo largo de estos meses, a medida que he visto la situación de los Refugios que gestionan Asociaciones Protectoras pero con instalaciones cedidas por ayuntamientos, mi postura se ha ido haciendo más y más radical. No pienso contribuir a ese modelo. Pienso que sólo hay una solución a esto: hacer nuestro trabajo como creemos que debe realizarse, sin vender nunca nuestras convicciones, por muy tentadora que pueda parecer una determinada oferta. Se que hacer un Refugio será una dura tarea, tan dura que si me pongo a pensarlo me resulta desmoralizador empezar. Pero es la única salida. Tardaremos años en conseguirlo. Lo sé. Pero lo conseguiremos y mientras tanto salvaremos un perro de vez en cuando. La filosofía debe ser esa: salvar los animales que podamos, evitando, además, su sufrimiento; y no os quepa la menor duda que los perros sufren en la mayoría de los refugios. Creo que la solución está en hacer Refugios pequeños, que sean perfectamente asumibles y gestionables por los que los vamos a atender, de manera que los perros puedan salir y relacionarse con nosotros, no tenerlos encerrados y limitarnos a darles de comer. No me vale eso de que esa solución es temporal. No. Todos sabemos que para muchos de ellos no será temporal, el Refugio será su hogar (aunque quizás debiéramos decir su prisión) hasta que se mueran. Y por mucho que nos duela no podemos seguir incrementando su número una vez que se llega a su máxima capacidad. Debemos ser conscientes de que sólo podremos salvar a unos pocos, que no podemos salvarlos a todos. Es así de triste. Pero sólo haciéndose consciente de este hecho podremos realizar una tarea ética y moralmente comprometida.

Antes de tomar una decisión con un perro (como con cualquier otro animal) debemos preguntarnos si a nosotros nos gustaría que nos lo hiciesen si estuviésemos en su lugar. Esa es la pregunta que debemos hacernos y si nos respondemos con sinceridad, ya no necesitaremos nada más para actuar de una forma correcta.


Sin compasión no hay iluminación

Si tuviera que escoger un momento de mi vida no sería ninguno de mi niñez, a pesar de ser muy feliz, ni de mi adolescencia. No seria ninguno de los maravillosos momentos que pasé con mi mujer ni siquiera el nacimiento de mi hija, aún cuando es uno de los recuerdos más hermosos que conservo. Si tuviera que escoger un momento de mi vida sería uno hace poco más de cuatro años, cuando recogí a Lupa, una perra pastor alemán abandonada, y a sus cinco cachorros, que tenían unas dos semanas. En mi caso, aquello era algo irrazonable. Tenía tres perras y sabía que tendría un fuerte problema familiar. Todo me decía que no era posible acogerlas. Al menos no lo era desde el punto de vista de la razón, pero aquella vez ganó la compasión.

Somos compasivos hasta donde nos permite la razón serlo y en aquella ocasión la razón simplemente desapareció, sólo hubo compasión. En ningún momento de mi vida experimenté nada parecido. Y aquel acto removió todos los sentimientos en mi hogar, los de mi hija, los de mi mujer y los mios y de repente pareció que todo era armonía a nuestro alrededor y todas nuestras diferencias desaparecieron. Eramos felices como nunca lo habíamos sido. Y de repente todos los problemas de salud que tenía que eran muchos y graves y que venía arrastrando desde hacia cuatro años se solucionaron sin ayuda de ningún médico. Entonces me dí cuenta por primera vez del enorme efecto que tiene la compasión en la curación. Y si hubo un momento de iluminación en mi vida fue aquel. Por eso, desde entonces siempre digo que sin compasión no hay iluminación

Que hay de cierto sobre el virus H1N1



lunes, 3 de agosto de 2009

Comienzo 2

Hace algo más de un año, decidí cambiar mi vida. Por aquel entonces estaba muy involucrado en cuestiones espirituales. Pero cuatro perros que estaban abandonados y andaban siempre juntos me despertaron de mi "sueño". Quería ayudarles pero no sabía cómo. Así que decidí pedir ayuda en un foro en el que participaba. Intentaba que alguien se involucrara conmigo en el proyecto de construir un Refugio, pero nadie contestó. Me parece que el primer escrito de este blog que hoy comienzo sea el mensaje que deje en aquel foro.

Hace unos días estuve hablando con unos amigos sobre nuestra falta de compromiso en relación con el abuso y maltrato hacia los animales ... y me encontré lo de siempre. Una falta total y absoluta de moral, y eso en gente que presume de evolución espiritual. Ya estoy cansado. Cansado de oir que todo sucede porque tiene que suceder. ¡Joder! si hasta se dijo que no hay diferencia entre la realidad y la ficción, entre la verdad y la mentira. Que una cosa no tiene porque ser necesariamente verdadera o falsa; que puede ser al mismo tiempo verdadera y falsa. Sí, suena muy bonito, pero yo me pregunto: ¡que coño tendrá que ver eso con el maltrato a los animales! Bueno, supongo que si se le buscan 5 pies al gato acabarán por encontrársele. Yo también estuve metido muchos años en ese misticismo, y creo que si nos sumergimos demasiado en él se nos acaban nublando los sentidos; no creo que eso sea malo si pretendes vivir en el Nirvana (incluso, seguramente, sea necesario, pues para alcanzar “fácilmente” un estado espiritual es necesario desprenderse de lo material y para ello hace falta sumergirse en una especie de “quijotismo espiritual” donde no tenga cabida la realidad o ésta pueda ser reducida a su máxima expresión), pero, para bien o para mal, vivimos en una realidad que no tiene nada de ficticia, en una realidad donde es esencial diferenciar entre verdad y mentira, entre bien y mal.


Para poder vivir con plenitud yo necesito saber qué es verdad y qué es mentira, lamentablemente en nuestro tiempo, a veces, es difícil hacerlo, y no precisamente porque la verdad y la mentira formen un todo místico, sino porque la mayoría de las veces, en nuestro mundo, casi todo es mentira. Vivimos en un puto mundo lleno de mentiras y nosotros no somos más que una más, pero la verdad está ahí, no puede nunca ocultarla totalmente, y es posible hallarla si se busca, aunque sea escondida tras una mentira. Puede que, en términos absolutos, la materia y el espíritu sea una misma cosa o que no exista dife-rencia entre la verdad y la mentira. Puede que todo esto sea verdad y puedo aceptarlo como escritor, filosofo o como bus-cador espiritual, pero no puedo aceptarlo como hombre. Como ser humano debo preguntarme qué es verdad y qué es mentira, qué es realidad y qué es ficción. Y desde luego ya he pasado del tiempo en que creía que las cosas pasaban porque tenían que pasar. Esa es la salida más fácil a nuestra falta de compromiso. Es el invento perfecto para no tener remordimientos. ¿Cuantos de nosotros no hemos usado este maldito argumento una y otra vez sin caer en la cuenta que tan sólo esconde nuestra cobardía, nuestra incompetencia como seres humanos?


Pero unos pocos sí se atreven. Se atreven a mirar a la miseria a la cara y deciden actuar. En nuestra sociedad no hay cabida para ellos. Primero nos burlamos de ellos y si insisten en su actitud muchos serán encarcelados e incluso asesinados por creer que una vida mejor es posible y que puede conseguirse o porque se atreven a cuestionar la interminable situación de la pobreza, la degradación y la opresión que han recibido como herencia.

En nuestro mundo muere un niño de hambre cada tres segundos. Todos los sabemos, pero no hacemos nada por evitarlo. Y entonces, nos refugiamos en frases como: “Yo no puedo hacer nada” (los más materialistas) o la dichosa; “Las cosas suceden porque tienen que suceder” (los más místicos y, en el fondo, los más cabrones también). Y no pasa nada. Volvemos a nuestra rutina diaria: vemos una película, nos vamos a una cena con nuestros amigos o hacemos uno de esos cursos de zen y espiritualidad. Y si sentimos remordimientos apadrinamos un niño del Tercer Mundo y ya está, ya hemos cumplido. Nuestro compromiso acaba donde empiezan las dificultades sin darnos cuenta que es precisamente ahí donde debe comenzar real-mente. Calculamos exactamente qué es lo que nos permitirá vivir con la misma comodidad que hasta ahora, y así podremos dar un 1% de nuestros ingresos, pero no se nos pasará por la cabeza dar un 30 o un 40%, podemos acoger un perro, pero 5 o 6 ¡imposible!, podemos dar un bocadillo a un mendigo pero invitarlo a comer a nuestra casa o darle alojamiento aunque esté nevando, ni nos lo planteamos. Pero nosotros hemos cumplido. Somos realmente compasivos, y no entendemos como la gente puede ser tan insensible. Lo podemos pensar incluso mientras vemos al mendigo acurrucado en su caja de cartón tiritando de frío y , eso sí, comiendo el bocadillo que nosotros tan generosamente le dimos, o mientras observamos a nuestro perro como huele a través de la valla a otro hambriento y escuálido. Tal vez engañemos a nuestra conciencia, pero será más difícil engañar a nuestra alma.


Cada tres segundos se cometen cientos, miles, quizás millones de abusos y asesinatos. Y no me refiero tan solo con las personas, si no también con los animales. Pero ni vosotros ni yo nunca lo sabremos. Y esa es nuestra defensa. En realidad, no queremos saberlo. “Eso no ocurrió nunca. Nunca ocurrió nada. No sucedió ni siquiera mientras estaba sucediendo. No importaba. No era de interés”. En realidad se trata de un brillante ejercicio de hipnotismo colectivo, e incluso de autohipno-tismo.


Y yo me pregunto: ¿qué le ha pasado a nuestra moral?¿Qué pasa con nuestra concien- cia?... conciencia, ¡Dios mío! cuántas veces he escuchado esta palabra. Pero ahora ya no cierro los ojos ni miro para otro lado y he recordado cosas olvidadas, aprendido cosas prohibidas y visto cosas terribles. Ahora sé como se trata a los animales en las fábricas de alimentación y en los laboratorios científicos, he visto perros ahorcados y como separaban a las madres de sus hijos y los encerraban en zoológicos durante el resto de sus vidas y recordado una gaviota atada por las alas mientras la mataban a pedradas, y cachorros enterrados vivos o arrojados a la basura y como torturaban un toro para deleite de miles de personas... ¿De verdad podemos hablar de conciencia? Mirad a vuestro alrededor, ¿cuántos perros abandonados se están muriendo cerca de vosotros y mirais para otro la- do? Alguno incluso dirá que ninguno porque ni siquiera tiene ojos para mirar. Pero lo que más me indigna es oir esa puta lamentación de que todo sucede por una razón o, como la de aquel amigo que me dice que esa no es su misión kármica.¿Misión? Yo sólo estoy hablando de compasión.


Pero lo más doloroso no es que todo esto sea ignorado sino que muchas de estas cosas son totalmente toleradas y contempladas como algo normal por nuestra sociedad y nuestro sistema legislativo.


Si una determinación como ésta no forma parte de nuestra visión moral, no tenemos esperanza de restituir lo que casi hemos perdido: nuestra dignidad como personas.


La hipocresía campea por doquier. Los cimientos de nuestra sociedad están construidos sobre ella y nosotros somos hijos de nuestra sociedad. Es lícito, pues, que también seamos hipócritas. Pero lo que más me duele es que “vosotros”, los que os llamais buscadores, vosotros hermanos míos, ¿cómo es posible que vosotros no abrais los ojos? ¿cómo es posible que no sintais su dolor en vuestra sangre? ¿su tristeza en vuestro corazón? ¿y su desesperación en vuestra alma? Yo no puedo vivir más con esta angustia que me desgarra y consume. Sí, no puedo hacer gran cosa, más que salir a la calle, acariciarlos y darles de comer y, después los abandonaré a su suerte mientras vuelvo a mi vida cotidiana. Pero tal vez algún día pueda, por fin, despertar de verdad y mirar a la miseria cara a cara y actuar. Sí, entonces, seguramente, me sentiré desgraciado y avergonzado de ser humano, pero habrá una pequeña partícula de luz en mi interior que se iluminará. Y, quizás, entonces, me dé cuenta que aquel es mi unicornio azul perdido en mi niñez.


He pedido vuestra ayuda, he lanzado un grito de desesperación y tan solo he escuchado su eco, y vuestras vacías promesas hechas tan solo para calmar vuestras conciencias.

... Os odio. Odio vuestra indiferencia, vuestra falta de compromiso, vuestra actitud. Pero, sobre todo, odio vuestra hipocresía. Odio ese aire de suficiencia que muchos teneis e incluso odio vuestra modestia, sea falsa o auténtica. Odio que algunos os creais mejor que los demás cuando sois mucho peores, porque teniendo la capacidad de sentir la Verdad terminais ocultándola tras una mentira y acabais viviendo mas de acuerdo a esa mentira que a aquella Verdad. Pero a mí ya no me engañais. Os conozco muy bien porque, en realidad, sois como una parte de mí mismo, esa parte que tanto odio.


Y ahora volved a vuestra rutina, y cuando seais viejos y mireis hacia atrás, os dareis cuenta que vuestra vida no fue diferente a la de los demás, tal y como siempre habiais pensado, porque todo aquello que podía hacerla diferente y especial, aquello por lo qué realmente sí valía la pena vivir y luchar, nunca os atrevisteis a realizarlo. Entonces dariais cualquier cosa por volver atrás, pero ya no podrá ser y morireis preguntandoos; “¿y si ...?

viernes, 29 de mayo de 2009

Comienzo

Hoy día 29 de mayo construyo este blog. Aún no sé muy bien con qué intención, pero me da la impresión que gracias a él descubriré nuevos horizontes, me marcaré nuevas metas y, sobre todo, me servirá para conocerme un poco mejor a mí mismo